Con
once barcos, 508 soldados, 16 caballos y 14 piezas de artillería partió rumbo a
México el conquistador español Hernán Cortés. En la península de Yucatán
encontró a un compatriota llamado Jerónimo de Aguilar, que años antes había
sobrevivido a un naufragio en las costas de México. Aguilar hablaba maya,
debido a su largo cautiverio en ciudades de este pueblo, lo que facilitó a
Cortés la comunicación con esta civilización. Además, los españoles recibieron
numerosas esclavas como regalo. Entre ellas figuraba una de origen noble y muy
inteligente, quien se expresaba además en náhuatl. Su nombre era Malitzin
(Malinche), bautizada después como Marina. Gracias a ella y a la intervención
de Aguilar, Cortés pudo conversar con los indios, especialmente con aquellos
que hablaban la lengua oficial del imperio azteca, lo que era una inmensa
ventaja para el capitán español. La antigua esclava posteriormente se
convirtió en su colaboradora más valiosa y fiel. Fue también la madre de su
hijo, Martín Cortés.
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